
Por Isabel Fernández del Castillo
Me preguntaba estos días cómo estará influyendo esta situación en lo que piensan los niños sobre su salud, sobre su cuerpo, sobre sus recursos internos. Y he recordado esta entrada publicada en 2014 (al pié) que he recuperado por si es de utilidad. Me inquieta pensar qué recordarán los niños y niñas que hoy están confinados en sus casas por el coronavirus, qué creencias sobre el cuerpo y la salud quedarán marcadas en su inconsciente.
Las noticias hablan insistentemente de contagio, infectados y muertos; hay un enemigo poderoso y malo ahí fuera, por eso hay que refugiarse en casa y matarlo. Me pregunto qué impacto tendrá en su mente infantil el imaginario en torno a esos mensajes, así como el miedo y la sensación de indefensión y vulnerabilidad. Porque junto a todo eso, no estamos hablando lo suficiente de la inteligencia del cuerpo, de su increible sistema de defensa, de la importancia de cuidarlo para que esté en las mejores condiciones posibles.
Para entender mejor el efecto del miedo, o de la confianza, sobre nuestra biología, es útil conocer el trabajo de Kerstin Uvnäs Moberg, una científica sueca de renombre internacional por sus investigaciones sobre la oxitocina y su influencia sobre la salud física y emocional. La oxitocina es la hormona del amor, la calma y la sanación, entre otras muchas cosas. Ese es el título de su libro, porque va todo unido, así, en un solo paquete.
El sistema de la oxitocina (siempre va asociada a otras hormonas) es promotor de vida, se segrega en situaciones de confianza, unión y bienestar: durante el parto, la lactancia, la relación sexual, pero también con el contacto físico, la caricias, el abrazo, el masaje, la risa, la comida compartida … La oxitocina no sólo nos hace más sociables, sino que hace que el cuerpo esté más sano, que optimice su capacidad de regeneración, que tenga un sistema inmunitario más eficaz.
El sistema de la oxitocina es el opuesto y complementario al de defensa (adrenalina, cortisol … hormonas de lucha-huida); ambos sistemas son esenciales para la vida. Cuando hay miedo, indefensión, estrés … descienden los niveles de oxitocina y aumentan los niveles de hormonas del estrés (adrenalina en un primer momento, cortisol cuando es mantenido). Uno de los efectos del cortisol es que reduce la actividad del sistema inmunitario, por eso cuando hay inflamaciones graves y reacciones autoinmunes se utilizan corticoides. Es tanto como decir que el miedo nos hace más vulnerables, no sólo psicológica sino físicamente. Por eso es tan importante alimentar la confianza en la capacidad del cuerpo para defenderse y sanar.
La conexión con la naturaleza se asienta en la conexión con la propia naturaleza
Con eso en mente, me pregunto cómo estamos trasladando a los niños la información sobre el coronavirus, qué miedos y preocupaciones estamos transmitiendo, qué creencias están incorporando y de qué forma les afectará. La confianza en la propia capacidad de autodefensa y sanación tiene un efecto determinante sobre la salud, tan determinante que no hay medicamento que pueda salir al mercado sin haber pasado por con estudios doble ciego para descartar que la mejoría se haya debido al efecto placebo. El efecto placebo no es otro que el efecto terapéutico derivado de la creencia en que una sustancia es curativa, lo sea o no. Es la creencia la que actúa, porque activa nuestra capacidad interna de sanación, aunque haya ocasiones en que será necesaria ayuda externa.
Tras este comentario, comparto lo que escribi allá por 2014.
Los mediquitos (la biología de la creencia)
Siempre he pensado que la mente tiene poderes mágicos sobre la salud. Cuando mis hijas eran pequeñas, utilicé deliberadamente esa idea para alimentar su confianza en la inteligencia de su cuerpo.
Cuando eran pequeñas no se libraron de algunas enfermedades habituales en la infancia. Cuando les daba algún remedio les contaba que lo que curaban eran los mediquitos. No se me ocurrió otra forma más adecuada a su edad de nombrar a los leucocitos, los linfocitos, los macrófagos y todo el sistema inmunitario de células que defienden y regeneran nuestro territorio interno cada segundo de nuestra vida. Yo quería que supieran que la naturaleza es prodigiosa, que su cuerpo tiene capacidades increíbles, que confiaran en la infinita inteligencia del cuerpo, de su naturaleza.
Un día, cuando ya eran adolescentes les pregunté qué pensaban ellas cuando les hablaba de los mediquitos. Me contaron que se imaginaban a unos pitufos minúsculos que patrullaban constantemente dentro de su cuerpo y que lo curaban todo. Me pareció genial, muy cercano a lo que se puede ver en este vídeo.
Quiero aclarar que no creo que confiar en que el cuerpo es sabio sea suficiente para mantener una buena salud, sino un elemento más entre otros factores importantes como el sentirse amado/a, una buena alimentación, el juego o el contacto con la naturaleza, por mencionar algunos. Y una buena asistencia sanitaria cuando es necesario, claro.
Mientras tanto, en el año 2012 descubrí un libro imprescindible, La biología de la creencia, que explica como las creencias, las emociones, y la programación mental influyen en la salud. La contraportada dice así:
“La biología de la creencia es un libro revolucionario en el campo de la biología moderna. Su autor, un prestigioso biólogo celular, describe con precisión las rutas moleculares a través de las que nuestras células se ven afectadas por nuestros pensamientos gracias a los efectos bioquímicos de las funciones cerebrales. Con lenguaje sencillo, múltiples ilustraciones, humor y ejemplos actuales, el doctor Lipton explica que los genes y el ADN no controlan nuestra biología, sino que es el ADN el que está controlado por las señales procedentes del medio externo celular, entre las que destacan los poderosos mensajes que provienen de nuestros pensamientos positivos y negativos. De esta manera, nuestro cuerpo puede cambiar realmente si reeducamos nuestra forma de pensar”.
Imágenes: pitufos