En esta cultura tanto que tanto valora el pensamiento racional, tenemos ciertamente mucha prisa en que las criaturas se incorporen cuanto antes al modo adulto de estar en el mundo y que aprendan cosas útiles para el futuro, es decir, para el mundo que hemos creado.  Así, tenemos a niñas y niños de 6, 5 y a veces 4 años aprendiendo letras y números, adentrándose en el mundo de lo abstracto cuando todavía están en la fase simbólica, mucho antes de estar maduros para ello y saltándose experiencias fundamentales que necesitan vivir.

Saber cómo evolucionan los hemisferios cerebrales en la infancia es un aspecto clave de la crianza y la educación, pues la mente lógica es la última en madurar.  Antes tienen que suceder muchas cosas, muchas experiencias a través de las cuales se desarrolla el hemisferio derecho en la infancia, que es la mente receptiva, intuitiva, emocional, simbólica.  Dicho de otro modo, a lo largo de la niñez primero se desarrolla la mente analógica-intuitiva (hemisferio derecho) y después la mente lógica-racional (hemisferio izquierdo), pero no superando y dejando atrás etapas, sino integrándose en algo superior, la inteligencia más allá del intelecto, el sentido común.  

Eso quiere decir que los primeros siete años son una ventana de oportunidad para que sucedan ciertas cosas.  El juego libre, la interacción social, la experiencia sensorial a través del juego, el contacto con la naturaleza, la expresión artística, escuchar cuentos y narraciones son el verdadero cauce de expresión y desarrollo de la inteligencia creativa en esta etapa simbólica. No tener en cuenta esta evolución en la crianza y educación nos está llevando a crear unas condiciones de vida que van en dirección contraria a lo previsto por la naturaleza, al pasar por encima y a toda prisa por etapas esenciales de desarrollo. 

El viaje vital de las criaturas es del pensamiento analógico al lógico, de la experiencia al concepto, de lo concreto a lo abstracto, de la inteligencia corporal, emocional y social al intelecto, de lo simbólico-metafórico a lo racional. Y lo hacen no dejando esas fases atrás, sino construyendo lo superior sobre lo anterior, uniendo y tejiendo todas esas inteligencias y capacidades para dar lugar a la mente más prodigiosa del planeta. Y ese desarrollo tiene una secuencia, un orden natural, un ritmo, unos tiempos, unas ventanas de oportunidad y unos contextos idóneos, que no siempre coinciden con nuestras agendas y objetivos marcados con un enfoque lineal basado en resultados.

Otro aspecto de la evolución infantil es el hecho de que  los primeros siete años los niños viven en un estado de conciencia cercano al sueño con ondas cerebrales theta, las mismas que las del sueño REM.  El juego simbólico y los sueños comparten un mismo lenguaje analógico, que se refleja en la naturaleza del juego, en su discurso y en su pensamiento mágico.

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