Por qué etiquetar las emociones infantiles puede resultar contraproducente (y qué hacer en su lugar)
28 de octubre de 2023 2024-12-07 9:22Por qué etiquetar las emociones infantiles puede resultar contraproducente (y qué hacer en su lugar)
Por qué etiquetar las emociones infantiles puede resultar contraproducente (y qué hacer en su lugar)
Por Mona Delahooke
Todos lo hemos hecho. Ves que tu niño o adolescente está luchando con una situación y tratas de ayudarle a comprender sus emociones: “Pareces enojado”. «Realmente te sientes frustrado». «Puedo ver que estás molesto». Pero en lugar de calmarle, esas palabras sirven como disparador. «¡No lo estoy!» responde el niño. «¡No sabes cómo me siento!» O simplemente: «¡Cállate!»
Recientemente hice una encuesta a cientos de madres y padres sobre este fenómeno,y más de cuatro de cada cinco admitieron que etiquetar las emociones de un niño a menudo resulta contraproducente. ¿Por qué el mero hecho de poner una etiqueta a las emociones infantiles les agita aún más? Algunas razones:
- Connotación negativa. Por un lado, los niños entienden desde temprana edad que nuestra cultura trata algunas emociones como positivas y otras como negativas. Entonces, cuando un progenitor sugiere que un niño está experimentando una emoción negativa (enojo, tristeza, celos, frustración) es posible que sienta que se lo está culpando.
- Invasión de su terreno. En segundo lugar, desde que son pequeños, los niños desarrollan un sentido de la privacidad y la autonomía. Cuando sugerimos cómo se pueden sentir, es posible que lo sientan como una intrusión y se pongan a la defensiva. Quieren nombrar sus propias emociones y pueden sentir que hemos cruzado una línea.
- Falta de razonamiento simbólico. Además, los niños pequeños no tienen la capacidad innata de conectar las sensaciones de sus cuerpos con un significado emocional. Aún no han desarrollado el razonamiento simbólico: la capacidad de relacionar las cosas. Cuando etiquetar las emociones resulta contraproducente, puede deberse a que el niño aún no ha tendido puentes entre los sentimientos básicos del cuerpo y las palabras. Entonces, cuando etiquetamos una emoción, es como regar la tierra sin antes plantar las semillas.
- Estado fisiológico. Finalmente, un niño necesita estar en un estado fisiológico lo suficientemente tranquilo para escuchar y procesar cualquier cosa que decimos. El sistema nervioso autónomo recorre diferentes vías que respaldan el acercamiento social, la lucha, la huida o el repliegue (entre otras respuestas).
Teniendo en cuenta todas estas razones, ¿cuál es una mejor manera de ayudar a nuestros hijos cuando experimentan diversas emociones?
- Enfócate en sintonizar tú primero. Lo que más necesita un niño angustiado es una presencia cálida, expresada a través de nuestro lenguaje corporal. Observa qué tipo de acompañamiento calma el sistema nervioso de tu hijo. Usa tu presencia para ayudar a que las grandes olas de sentimientos pasen y dale al niño el mensaje de que eres capaz de tolerar su angustia.
- Usa palabras sencillas. Cuando un niño está profundamente molesto, también puedes usar palabras sencillas para expresar que está a salvo contigo y que tú estás con él/ella. El sistema nervioso autónomo del niño en apuros anhela sentirse seguro. Menos es más aquí.
- Comienza acogiendo afectuosamente y con la curiosidad, no con las etiquetas. “Oh, cariño, veamos qué está pasando, ¿puedes contarmelo?” “¿Qué necesitas en este momento, cómo puedo ayudarte?” Adquirir conciencia acerca de los propios sentimientos básicos se basa en la capacidad de observarse a uno mismo. Modela esto mostrándole a tu hijo/a cómo te observas a tí mismo/a. Luego, cultiva esta capacidad en ellos, a través de la aceptación y una presencia constante, pase lo que pase.
Si bien etiquetar las emociones demasiado pronto puede resultar contraproducente, una vez que el niño está listo, la alfabetización emocional proporciona muchos beneficios para la salud mental y física.
Mona Delahook es psicóloga infantil y autora de «Brain-body parenting»