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Sin salirse de la raya, o como matar la creatividad infantil

Sin salirse de la raya, o como matar la creatividad infantil

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Escuela

 

Por Isabel Fernández del Castillo

Uno de los ámbitos de desarrollo de la creatividad creatividad y de expresión del mundo emocional infantil es el juego, otro, el arte, y concretamente las artes plásticas.  En ambos aspectos, por lo general, intervenimos de tal modo que a menudo inhibimos su expresión.

Si la expresión gráfica es reflejo de su momento evolutivo, uno de los lenguajes de su mundo emocional y uno de los cauces de desarrollo de la creatividad, merece la pena reflexionar sobre por qué las criaturas pasan tantas horas de su infancia coloreando fichas en lugar de permitirles expresarse libremente.

En etapas posteriores ya no hace falta obligarles a no salirse de la raya: una vez que han asumido que “dibujan mal”  los trabajos manuales se hacen recortando y pegando imágenes impresas elaboradas por otros.  Resulta más confortable: así no hay riesgo de hacerlo mal … ni tampoco de desarrollar la propia creatividad.  Como dice Ken Robinson:

«Todo niño es un artista, porque cree ciegamente en su propio talento. La razón es que no tiene ningún miedo a equivocarse… Hasta que el sistema les va enseñando poco a poco que el error existe y que deben avergonzarse de él

Con esto del arte en la infancia está pasando lo mismo que en otros tantos aspectos: se está sustituyendo lo que el niño es capaz de expresar y crear por sí mismo, de un modo original y genuino y de acuerdo con su momento evolutivo, por el consumo de imágenes estandarizadas de producción industrial, que debe limitarse a reproducir (o simplemente a colorear) fielmente.  

Se rompió la magia.  Luego queremos «estimular su creatividad».  ¿Y si empezáramos por no neutralizarla en primera instancia?

De modo que en aras de adelantar la consecución de un objetivo menor que de todos modos van a conseguir más tarde o más temprano -la psicomotricidad fina- se sacrifica algo mucho más profundo: el proceso creativo original, la experiencia del color, el arte como expresión no verbal de su mundo emocional, la confianza en su propio talento. No en balde, en la psicología infantil los dibujos son una herramienta de diagnóstico fundamental, ya que en ellos se manifiesta sin cortapisas el mundo emocional del niño, su realidad, sus conflictos, incluso su momento evolutivo, si se permite, claro.

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El trabajo de los niños se juzga desde fuera (que termina siendo desde dentro) como “bien” o “mal”, en la medida en que se ajusta o no a lo estándar, y ellos mismos acaban por asumir que “pintan mal”, “no saben dibujar” y “no se les da bien”.  Un mundo de juicios limitantes, que acaban por ser autolimitantes, y que es fácil que se lleven a cualquier ámbito donde la creatividad y la originalidad tengan un papel, sea en el arte o en cualquier otro ámbito de la vida.

Literal y metafóricamente, se les está entrenando para permanecer en su “zona de confort”.  Una zona de confort cuyo contorno, además, ha sido establecido por otros.  Así, cabe preguntarse si dibujando «dentro de la raya» se puede llegar a «pensar fuera de la caja», una capacidad creativa que las criaturas traen por defecto.

Paradójicamente, los artistas más valorados del siglo XX se salieron alegremente de la raya, y -según muchos- “pintan como niños”.

Por ultimo, merece la pena ver este vídeo de Ken Robinson

 

 

 

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